A buen seguro que el primer trimestre habrá sido frenético en los equipos de monitores. Reuniones de programación, encuentros con las familias, preparación de reuniones con los niños, niñas y jóvenes. Y, es posible, que a medida que avanza el curso vayamos sintiendo que ese caudal de energía con el que regresamos del verano se va agotando poco a poco.
Y es en este momento cuando te propongo que realices un parón en toda tu frenética actividad. Para y mira por la ventana. Para y escucha. Toma conciencia de todo “eso” que se ve a través de la ventana. Apaga los pensamientos, anula el juicio. Simplemente observa. Observa y disfruta.
Toma conciencia de tu respiración, poco a poco se ralentiza y se hace más profunda. Observa tu inspiración, lo que acontece en el interior de tu cuerpo cuando entra el aire por tu nariz. Observa la sensación cuando el aire llena tu pecho y tu estómago. Observa, también, como el aire va saliendo por tu boca. Quizás, ahí, en ese instante de serenidad, escuchando tu “voz interior”, te sientas habitado por el Dios del amor. Sólo tienes que permanecer ahí. Sintiendo. Escuchando. Respirando.
Cuando el silencio se hace dueño de la vida, la persona puede disponerse a profundizar en su esencia, a descubrir tesoros encerrados en ella, imperceptibles ante el ruido y las prisas de su vivir cotidiano. Silencio… respiración… latido de corazón… escucha… encuentro con el sí mismo más profundo… auténtico… sincero… pleno.
Amigos monitores, os invito a buscar alguna experiencia de silencio y oración este año que comienza. Os invito a descubrir en medio de la naturaleza el latido del Creador que palpita incesante, os invito a sumergiros en vuestro silencio interior, a sentiros seres habitados por el Dios de la vida, os invito a descubrir el manantial que brota de lo más profundo de vuestro ser, y que alimenta vuestras ganas de continuar adelante. Ese será el mejor regalo para este nuevo curso.