Os propongo meditar sobre los sentidos. Los sentidos, sí, ese puente que nos une con el mundo exterior. Los sentidos permiten al ser humano sumirse en la empresa más esencial de su vida: entrar en relación con las personas y cosas que le rodean. Pero, a pesar de vivir en medio de una sociedad que estimula permanente nuestra vista, nuestro olfato, nuestro oído… vivimos en una gran anestesia de los sentidos humanos. Tenemos los ojos completamente llenos de imágenes y somos cada vez más miopes, estamos completamente rodeados de sonidos y ya no oímos nada. El perfume de las cosas es un vago recuerdo: tomamos sustancias que dejan insensible el olfato. Tocamos todo y no llegamos ya a ser tocados por nada. Y sin embargo, los sentidos nos conducen hasta el umbral del Misterio.
Los sentidos son los músculos de nuestra sensibilidad; esa que nos permite contactar con las emociones de las personas que nos rodean, paladear los buenos momentos de la vida, y también sentir los amargores de los malos. Por medio de los sentidos, en definitiva, podemos descubrir un nivel de profundidad en la realidad, podemos acercarnos a eso que los filósofos clásicos llamaban los trascendentales del Ser y hallar la belleza, la bondad y la verdad existentes en cada una de las personas y situaciones que vivimos en nuestro día a día.
Te invito a que respires el momento en el que niños, niñas y jóvenes se suben al autobús para dirigirse a su primer día de campamento. Podrás percibir una mezcla de olor a crema de sol y a nerviosismo que se desborda a raudales por medio de una actividad frenética. Te invito a que sientas corporalmente el ambiente antes de comenzar una reunión de monitores en el inicio de curso. Te invito a paladear un momento de silencio, cargado de presencia, en medio de una excursión al monte. O, simplemente, te invito a contemplar la actividad de tu grupo de niños, niñas o jóvenes, descubriendo en la energía de esos cuerpos menudos el fluir de la vida.
Este puede ser un ejercicio para realizar en tu equipo de monitores, para haceros a vuestra tarea educativa desde vuestros sentidos, para profundizar en la experiencia, para compartir vuestra interioridad. En primer lugar, posibilitar un espacio de silencio, para respirar, para conectar con vuestro interior. A continuación, con los ojos cerrados –un poco de música de fondo puede ayudar a realizar el ejercicio-, colocad en vuestra conciencia el grupo de chicos y chicas del que sois monitores. Y preguntaos cada uno interiormente: si este grupo fuese un sabor, ¿qué sabor tendría para mí? Dejad tiempo para que este acercamiento vivencial a vuestro grupo de chicos y chicas vaya tomando cuerpo. Y si este grupo fuese un sonido, ¿cómo sería? Quizás un sonido estridente, o un sonido suave, o melódico… ¿Y si el grupo fuese una imagen? Observad los colores predominantes, y las formas. Como veis, los sentidos nos acercan a la experiencia que tenemos de cada una de las vivencias de nuestra vida. ¡Utilicémoslos para vivirla en toda su profundidad!