Si, está confirmado. El “déficit de naturaleza” es una realidad en las sociedades urbanas actuales. Situación en la que “malviven” multitud de niños y jóvenes que se ven privados de un factor en su crecimiento que afecta al desarrollo cognitivo y al comportamiento.
Los humanos evolucionamos durante miles de años como seres totalmente insertados en la naturaleza, y como tal, todavía tenemos inscrita en nuestro genotipo esa afinidad. Es lo que se conoce como la “teoría de la biofilia”. Visto así, no es de extrañar que este alejamiento de la naturaleza cause trastornos en niños y adultos. Si durante años el contacto con la naturaleza se ha adoptado como terapia (“recetando” paseos por el bosque), las nuevas tendencias apuestan por un enfoque preventivo: favorecer nuestra experiencia en el campo para un mejor desarrollo.
¿Puede el tiempo libre educativo potenciar un cambio en esta situación? La respuesta es sí. Desde las entidades de tiempo libre se puede y se debe contrarrestar esta situación que afecta a niños y jóvenes de las ciudades. Ya no sólo se trata de hacer actividades educativas en el tiempo libre, sino de hacerlas al aire libre, en contacto íntimo con la naturaleza, buscando lo más vital.
Como entidades educativas en el tiempo libre, nuestra meta es el desarrollo de las personas. Desarrollo integral que hoy pasa por potenciar cada una de las facetas que llevamos dentro, las famosas inteligencias múltiples de H. Gardner, de las cuales hay una, la inteligencia naturalista, que hace referencia a la capacidad de relación y comprensión de los procesos que nos rodean, de entendimiento con la naturaleza, que no puede desarrollarse más que al aire libre, con la observación y la exploración, habilidades innatas en todo niño.
Aunque cada vez disponemos de más recursos en la urbe: cines, exposiciones, ludotecas…, y aun disponiendo de confortables locales, no debemos olvidar que nuestro sitio por naturaleza está ahí fuera, esperándonos con inmensidad de estímulos que percibir, prender y aprender. Y ¡gratis!
Desde las excursiones al campo en cualquier época, a unos juegos en el parque, la búsqueda de elementos naturales con los que realizar talleres, plantaciones y huertos, talleres de observación de estrellas, aves, plantas…, campamentos de los de verdad (en el campo y con tienda de campaña), etc. Una serie de propuestas que deben ocupar un puesto destacado en nuestras programaciones. Ya no se trata de un medio, de un marco dónde realizar las actividades, sino de la actividad en sí misma, con objetivos como experimentar con lo vivo, con los elementos, despejar la mente y desarrollar nuestros potenciales. Disfrutar, dejarnos seducir por la naturaleza y conmovernos, sobretodo conmovernos, sin miedos.