Es difícil resumir la trayectoria de Rafael Mendia (1945). Nacido en Irún pero habitante de Derio, a lo largo de la entrevista podréis ir desgranando su humanidad y su experiencia en el ámbito educativo en el sentido más amplio, a menudo como pionero. Maestro y pedagogo, en los años 70 formó parte del equipo impulsor del Servicio de Colonias y Tiempo Libre y el Servicio de Juventud de Cáritas Diocesana de Bilbao, y luego, de la Escuela de Monitores que derivó en la Escuela EDEX (Educación Experimental). Más tarde, dirigió EDEJ (Escuela Diocesana de Educadores de Juventud), origen de la actual Fundación EDE, e impulsó la refundación de EDEX como asociación no confesional dedicada a la promoción de la animación sociocultural y otras iniciativas sociales. También participó en la creación de la Federación de Escuelas de Tiempo Libre Cristianas, antecedente de Didania.
En 1987, recibió el I Premio del Instituto Nacional de Servicios Sociales por una serie de artículos publicados en el diario DEIA de sensibilización del alumnado de educación primaria ante la discapacidad. También fue concejal de Derio (Bizkaia) por Euskadiko Ezkerra (1983-1987).
Jubilado desde 2006, sigue colaborando con múltiples iniciativas como la Fundación AISI-HEIZI, de promoción del tiempo libre educativo, como miembro del Patronato, o la Fundación ZERBIKAS, Aprendizaje y Servicio Solidario, de la cual ha sido presidente. Ha publicado una veintena de libros sobre temática educativa (inclusión, diversidad, tiempo libre, animación sociocultural…). Podéis consultar muchos de ellos, así como artículos o conferencias, en su página web: www.rafaelmendia.com.
Su trayectoria ha estado marcada por la educación en sentido amplio. ¿Pero cómo empezó su andadura en el tiempo libre educativo?
Casi sin darme cuenta. En los años 60, en mi barrio no había grupos de tiempo libre. Yo estudiaba en el Colegio de La Salle y en sus salas de juego nos reuníamos los amigos y participábamos en actividades. A los 13 años tuve la oportunidad de organizar actividades en este contexto. Monté un grupo de teatro que recogía fondos para organizar actividades en un suburbio de Bilbao, y más tarde tuve la oportunidad de ser monitor en diversos campamentos y colonias y, desde muy joven, actuar de responsable de la iniciativa.
¿Qué recuerda de aquella época y cómo la valora?
Fui muy afortunado por tener la oportunidad de iniciarme social, cultural y políticamente en el ser ciudadano responsable y comprometido. Con medios muy elementales desarrollábamos un sinfín de actividades y en ellas descubrí las dimensiones de la educación desde la óptica transformadora, es decir, la dimensión política de la acción educadora. Ahí descubrí mi ser educador que ha marcado toda mi vida personal y profesional.
Posteriormente, participó activamente en el grupo promotor de Didania. ¿Qué necesidades había en ese momento?
En un primer momento construimos la Federación de Escuelas Tiempo Libre Cristianas. Promovida por la Delegación Episcopal de Apostolado Seglar y desde la Escuela Diocesana de Bilbao, impulsada por Javier Badiola, nos reunimos en Madrid distintas escuelas para tratar problemas concretos. Nos preocupaba especialmente homologar los títulos y certificados que se otorgaban en toda España, así como darles cierta cobertura jurídica en el marco de la Conferencia Episcopal, y las autorizaciones para montar campamentos y colonias en el entorno de las políticas que debía implementar el gobierno de momento. Así se creó un carnet de director y otro de monitor con el aval de la Conferencia Episcopal.
También surgió la necesidad de la formación del profesorado de las distintas escuelas y de esta necesidad se organizaron diversos encuentros, el primero de ellos acogidos por la Escuela de Palma de Mallorca a finales de los años 70. De esta práctica y de diversas reuniones en Zaragoza, Madrid, Barcelona, etc. fue surgiendo la necesidad de constituirse en una Coordinadora de Escuelas, y luego, en Federación, que tomó forma en una Asamblea celebrada en el Tibidabo en Barcelona, y que dio lugar a Didania.
¿Siguen siendo actuales estas necesidades?
Sí, creo que es necesario constituirse en Federación, sobre todo para facilitar los planes de formación e impulsar líneas de trabajo comunes, una de las cuales me parece clave: Construir ciudadanía en el marco del tiempo libre educativo, que fue el título que propuse en un documento de reflexión que se me pidió hace unos años por parte de Didania.
En su compromiso por la formación ha sido creador de la Escuela EDEX, director de la Escuela EDEJ, impulsor de EDEX Eskola, etc. ¿Por qué tiene tanto valor la parte formativa?
El EDEX primitivo fue la suma de esfuerzos de distintas iniciativas que confluyeron en Caritas. Entre ellas hay que destacar el Centro CEDECO (Centro de Desarrollo Comunitario), que trataba de formar líderes sociales, activistas de la comunidad. Luego, nos vimos impelidos a sumarnos a otras iniciativas diocesanas que configuraron la primitiva EDEJ (Escuela Diocesana de Educadores de Juventud), núcleo germinador de la actual Fundación EDE. Sin embargo, el equipo inicial de EDEX era muy plural desde el punto de vista ideológico y se refundó como asociación no confesional de educación en el tiempo libre. Tanto en EDEJ como en EDEX fui su primer director. Luego me desligué formalmente de las dos para dedicarme a otras facetas profesionales vinculadas a la educación inclusiva.
El porqué de la defensa de la formación de educadores y educadoras hay que buscarlo en la necesidad de que las personas, normalmente jóvenes, que van a acompañar a la infancia y la adolescencia en su desarrollo personal y social en el ámbito del tiempo libre, tienen que disponer de una sólida formación no sólo de técnicas de ocio y esparcimiento, sino sobre todo en el “para qué” se educa y “hacia dónde vamos” con la educación, en el modo de estar con los niños y adolescentes, en los aspectos claves de la relación educativa y en el acompañamiento educativo. Esto no se adquiere por ciencia infusa, ni tampoco por el hecho de optar por desarrollar acciones de voluntariado en el campo del tiempo libre.
¿Qué papel cree que debe jugar actualmente la formación en el tiempo libre educativo y en la animación sociocultural?
Creo que habría que distinguir los dos campos. La educación en el tiempo libre es un espacio educativo, que junto con la familia y la escuela, ayudan a la persona, generalmente niños y adolescentes, a su desarrollo personal y social. La educación en el tiempo libre es un espacio de socialización y de experimentación de los valores cívicos. Tiene un papel importante en la adquisición y desarrollo así como de experimentación de las competencias básicas consideradas clave.
En cuanto a la animación sociocultural, pretende el desarrollo de la comunidad, a través del empoderamiento de las personas y grupos que viven en ella. Para ello, activa los valores culturales, las relaciones, la iniciativa, y utiliza determinadas técnicas propias y ciertas herramientas características. Por eso creo que los animadores socioculturales deben tener claro este aspecto de desarrollo comunitario. Lamentablemente se han circunscrito muchas veces a gestionar recursos culturales. De ahí la importancia de la formación para captar y empaparse del por qué y para qué de la ASC.
¿Y en el caso del voluntariado?
El voluntariado trasciende estos dos enfoques de la acción social y amplia el horizonte. Es un desarrollo del altruismo, de la prosocialidad. Pero no basta con la buena voluntad, es necesario descubrir los elementos básicos de la acción voluntaria y los aspectos clave del campo concreto en el que se va a desarrollar esta acción. El voluntariado no es un previo a la “contratación”, ni forma de tener mano de obra a coste “0”. Es una forma de ser y de existir que puede incorporarse en cualquier edad de la vida de la persona. El voluntariado tiene muchas facetas y dimensiones, es necesario descubrir el espíritu, el modo de ser de la persona voluntaria. De ahí la importancia de la formación del voluntariado. Sin embargo esta formación debe adecuarse a las posibilidades de donación de cada cual, lo que hace que no deba ser “reglada” sino adecuada a las circunstancias. Otra cuestión seria si nos referimos a la formación de las personas formadoras de voluntarios y voluntarias. Esas sí que deben tener una sólida formación, y un perfil personal que sea capaz de acoger, orientar y acompañar a las personas que desean ser voluntarias. Necesita una gran empatía, una gran cercanía y capacidad de diseñar la formación en función de la persona y de los destinatarios.
¿Su experiencia en el tiempo libre educativo influyó en la elección de sus estudios universitarios? Magisterio, Pedagogía, Pedagogía Terapéutica…
Mi “vocación” de educador nació cuando a los 15 o 16 años acudí a colaborar en un internado de niños y niñas de Protección de Menores que había cerca de mi casa. Esa yo creo que fue la chispa. Luego tuve que ir acomodando mis intereses a mis posibilidades. Primero cursé Magisterio porque no se podía cursar Pedagogía en Bilbao y no tenía recursos para ir fuera. Ya trabajando, pude plantearme completar mi formación cursando Pedagogía desplazándome cada tarde hasta San Sebastián. La especialización en Pedagogía Terapéutica fue posterior como necesidad de trabajar en los procesos inclusivos que se estaban dando en el sistema educativo vasco a partir del año 1982. Por otra parte mi esposa era responsable del Servicio de Tiempo Libre de lo que hoy es Gorabide, entidad a favor de las personas con discapacidad intelectual. De ahí vino mi interés por las personas con discapacidad.
Ha dedicado más de la mitad de su vida laboral a la docencia. ¿Qué destacaría de esta experiencia?
Hace unos meses salía de mi casa y me encontré frente a un grupo de hombres y mujeres de unos 45-50 años. Se trataba de los primeros alumnos y alumnas que tuve en la escuela del pueblo hace 38 años, en 8º de EGB, que celebraban su primer reencuentro. Fue muy emocionante, unos me dieron las gracias por enseñarles técnicas de estudios, otros por descubrirles a García Lorca, e incluso una exalumna me dijo que la escuela era gris hasta que yo llegué y se llenó de colores. Con esto quiero decir que la educación es una carrera de fondo, hay que vivirla pensando en el horizonte de la vida y tener paciencia histórica. También es una carrera de relevos en la que cada educador aporta su parte y el alumno construye su propio yo. Lo que hay que luchar es para que la educación no sea una carrera de obstáculos en la que es eliminado el más débil. Yo considero que los mejores recursos, el profesorado más preparado, deben dirigirse a las situaciones de más dificultad, pero normalmente a las colectividades en exclusión también se le ofrecen recursos residuales. Y así no avanzamos…
¿Cómo ve a la infancia de hoy?
Aunque parezca que es una infancia sobreprotegida es básicamente una infancia desatendida, sola. Por ello es importante replantearse el rol del adulto de cara a los niños y cómo debe ser el acompañamiento educativo, el diseño de las ciudades, etc. Nuestros barrios no están diseñados pensando en la disponibilidad de espacios de juego libre para los niños, ni itinerarios seguros… Llevo tiempo reflexionando sobre movimientos que suscitan mi interés como educador experimentado. Por una parte están las “ciudades educadoras” y por otra me interesa el movimiento promovido por Tonucci sobre las “Ciudades de la infancia” y la propuesta de “Ciudades amigables” de la OMS. También hay que dejar a los niños que sean niños, no adelantar sus necesidades a otras etapas (teléfonos móviles, televisiones en los cuartos…).
¿Y cómo deberíamos atender a la infancia en riesgo?
La respuesta no puede darse exclusivamente desde un sólo ámbito educativo. Es la conjunción de intervenciones, debidamente coordinadas, complementarias una de otras, las que generan en la infancia recursos personales para desarrollarse y afrontar su situación personal. La educación formal es excesivamente rígida para responder a las necesidades de la diversidad del alumnado y el predominio de los contenidos académicos impartidos desde la frialdad del conocimiento hace que parezca que esta educación nada tiene que ver con los alumnos/as, aunque la escuela es la rampa de lanzamiento para que muchas personas avancen personalmente y encuentren apoyos para afrontar sus situaciones personales, familiares y sociales.
Por otra parte, la educación no formal, si actúa al margen de los otros agentes, se convierte en un “divertimento”, en una evasión, por lo que debe actuar involucrando a la escuela y a la familia. Junto al trabajo de la inteligencia emocional es clave el empoderamiento de los niños y niñas en aspectos relacionados con las habilidades para la vida (competencias psicosociales), las competencias básicas, comunes con la escuela, y sobre todo apoyar al éxito escolar con iniciativas novedosas que permitan al alumnado a proyectarse hacia el futuro.
¿Con su experiencia en educación formal y no formal, cómo debería ser la relación entre ambas?
Muchos centros escolares organizan actividades de tiempo libre o “extraescolares”. La educación formal y la llamada no formal son dos espacios distintos aunque deben estar relacionadas. Si están demasiado unidas lo que ocurre es que las actividades de tiempo libre tienden a “contaminarse” de determinadas exigencias de la educación formal. Por lo tanto, si se dan en el mismo contexto deben distinguirse claramente los estilos, las actividades, las relaciones y los educadores. También es posible que la educación formal se nutra de experiencias y estilos de la no formal. Como se desprende del documento “Las Competencias Clave. Un concepto en expansión dentro de la educación general obligatoria” (Eurydice, 2002), me parece clave la idea de que “la interacción complementaria entre los centros escolares y las comunidades de su entorno es una de las piedras angulares de una preparación apropiada para la vida adulta”. Es fundamental que un centro escolar esté abierto a la comunidad.
Durante un tiempo también fue concejal de su pueblo. ¿Qué destacaría del momento social y político que vivimos?
Creo que hay que hacer un parón y pensar si éste es el país que queríamos construir. El paro, la pobreza, la corrupción, etc. son consecuencias indeseadas de una sociedad autocomplaciente que de la pobreza de la postguerra se vio de pronto en la abundancia del “viva la vida”. Ha aprendido pronto a ser insensible al sufrimiento humano. Pero cuando ha pasado el tiempo de las “vacas gordas” se ha encontrado desarmada y sin capacidad de reacción. Ahí hay que trabajar duro desde el tiempo libre educativo, para construir ciudadanía responsable.
Ahora se encuentra jubilado pero mantiene una gran actividad social e incluso en el tiempo libre. ¿Cómo ve el tiempo libre educativo hoy?
Veo que tiene que redescubrirse, porque no todo lo que se hace es educativo ni intencionalmente educativo. Es decir, pienso que debe reinventarse sin perder la esencia de lo que es la educación. No vale hacer actividades a manta y luego ver si por casualidad tienen un enfoque educativo o si se puede sonsacar alguna dimensión educativa para justificarlo. Eso, si he de ser sincero, no es tiempo libre educativo. Son actividades de ocio a secas. De esto tienen mucha culpa las instituciones que han “mercantilizado” el tiempo libre. No es de extrañar: en muchos sitios para que un grupo educativo en el TLE tenga subvenciones debe a su vez comprometerse a desarrollar determinadas actividades de recreación simple y llana. Si me mantengo mínimamente activo en este ámbito es para ayudar a reflexionar en esta reinvención.
¿Cree que las nuevas tecnologías y la oferta de ocio actual aleja a los niños y jóvenes de las actividades de tiempo libre educativo?
Personalmente valoro las nuevas tecnologías y creo que son un aporte muy interesante para el desarrollo de las personas. Quien me conoce sabe que soy un entusiasta de estas tecnologías y que las conozco, las utilizo habitualmente, interactúo a través de ellas y de las redes sociales, incluso las utilizo en mis exposiciones, grabo y monto vídeos con el móvil, con la tablet… No las veo incompatibles con el tiempo libre educativo sino que creo que deben estar integradas en él. Pero lo que los adolescentes precisan son espacios de encuentro entre personas, que luego pueden prolongarse a través de las redes sociales. Pueden utilizarse educativamente todas estas aportaciones de la tecnología de la comunicación e información si se sabe darles la dimensión educativa. También necesitan adultos que les acompañen, que les provoquen experiencias nuevas, que actúen como instancia crítica, que les escuchen y les ayuden a establecer criterios sobre sus propias experiencias, etc.
Indudablemente hay que hacer una reflexión muy seria sobre la incorporación de todos estos nuevos elementos en la vida de los jóvenes y de todas las personas. Y hay que pensar cómo incorporarlas al proceso educativo en vez de ignorarlas.