En el marco social y eclesial existen proyectos fundados en un momento oportuno que han atendido una necesidad real pero que la evolución de la exigencia social, la normativa o las circunstancias de los beneficiarios han ido dejando obsoletos. Hay iniciativas de una persona con carisma que, por falta de medios o de relevo en el liderazgo, dejan de tener sentido o no responden a una realidad actualmente muy cambiante. ¿Cuántas iniciativas hoy universalizadas y financiadas en buena parte por la administración pública se activaron en el marco de la Iglesia? Escuelas, residencias de ancianos, albergues juveniles, dispensarios... Llega un momento, en determinadas ocasiones, en el que, por razones diversas –obsolescencia, falta de beneficiarios, imposible sostenibilidad, no dar respuesta correcta a la misión para la que fue creado…- en que un proyecto debería cerrar.
Lo deseable es que toda iniciativa dependa de un órgano de gobierno renovado, abierto y de una dirección con perspectiva estratégica para ir reinventándose y reorientando la iniciativa. A pesar de todo, a veces, una caída demográfica, una crisis como la económica reciente, o un incremento de la exigencia legal, hacen perder sentido a la continuidad del proyecto. Es fundamental, en este momento, saber percatarse de ello, no querer mantenerlo artificialmente, no prolongar «agonías» y saber tomar la decisión de cerrarlo ordenadamente, con dignidad.
El problema se agrava cuando por no dar un disgusto al fundador, por miedo al qué dirán, por falta de fortaleza para tomar decisiones difíciles, se perpetúa una obra sin las mínimas condiciones. O se deja que vaya decayendo culpabilizando al personal, al entorno, a los beneficiarios… La talla de los patronos, consejo parroquial, párroco o directivo a quien corresponda se notará también en su capacidad de tomar la decisión final, saber argumentarla, acompañar con dignidad a las personas mientras se van cerrando y efectuando unos trámites, sin duda abrumadores, pero que es necesario realizar correctamente para evitar futuros problemas a terceros. Preparemos a los responsables eclesiales, de entidades sociales, para tomar cuando convenga este tipo de decisiones poco amables y para ejecutarlas correctamente hasta el final, respetando siempre a las personas.