Derechos de la infancia: mucho camino por recorrer
La situación de crisis económica actual ha acentuado algunos déficits heredados de mejores épocas, contexto en el cual el tiempo libre educativo tiene un importante papel que jugar
A menudo cuando nos hablan de los derechos de la infancia nos vienen en mente imágenes de países en vías de desarrollo con niños cosiendo pelotas de fútbol o realizando trabajos de gran dureza. Es la cara más cruda de la carencia de derechos en esta franja de edad tan frágil. Pero los derechos de los niños y las niñas van más allá de estas imágenes y no podemos decir que, en nuestra casa, sean un tema superado.
Los derechos de la infancia recibieron el primer reconocimiento internacional importante con la Declaración de los Derechos del Niño de Naciones Unidas de 1959, efeméride que se conmemora cada año el 20 de noviembre, el Día Universal de los Derechos de la Infancia (DUDI). Este día se celebra también la adopción, en 1989, de la Convención de los Derechos del Niño por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas. Estos documentos son la base de las legislaciones que muchos países han ido aprobando para defender los derechos de los niños y promoverlos, como mínimo, sobre el papel.
Pero ahora podemos decir que se ha dado un paso más y los niños y niñas dejan de ser simples objetos de protección para ser considerados sujeto de derechos. Este cambio de paradigma viene dado por el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño que el Estado español ratificó el pasado 3 de junio. De este modo, cualquier niño puede presentar una queja ante una violación de sus derechos y será estudiada por un comité de expertos, facilita el acceso a la justicia a los niños y niñas que lo necesiten y, entre otros avances, establece que los Estados que no protejan los derechos de los niños o no respondan adecuadamente ante los abusos serán examinados internacionalmente.
El alimento, una carencia básica
A veces, sin embargo, estos derechos parecen pura retórica ante el día a día y las denuncias de situaciones concretas. Por ejemplo, el Síndic de Greuges de Cataluña, Rafael Ribó, presentaba este verano un informe en que pedía medidas urgentes para paliar la malnutrición infantil. Según los datos del Síndic, 50.000 niños de Cataluña sufren carencias en su alimentación, una situación que considera claramente vinculada a la crisis económica y a la contención del gasto público en la atención a los colectivos más necesitados. Según los datos de Unicef, la tasa de pobreza infantil en España se sitúa ya en el 27,2%.
En este sentido, una reivindicación que las entidades del tercer sector como Caritas o Cruz Roja vienen proclamando desde hace ya algunos años es el refuerzo de las becas comedor como garantía de que los niños consigan comer adecuadamente al menos una vez al día. Y es que el derecho a una alimentación saludable es básico y va ligado a otros muchos derechos. Recordemos que, por ejemplo, un informe de 2011 de Unicef y de la Fundación Pere Tarrés ya aseguraba que el 30% de los hijos de familias que subsisten con menos de 640 euros al mes no consigue el graduado escolar. Y es evidente que, con hambre, cuesta estudiar.
Para garantizar que niños en situación de pobreza realicen al menos tres comidas al día, una de las vías estudiadas es a través de convenios con entidades de educación en el tiempo libre, reforzando así el papel social que estas entidades se han visto obligadas a hacer cada vez más en pro de los niños y niñas del país.
También en esta línea, el comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Nils Muiznieks, ha alertado recientemente el Gobierno español que la situación de pobreza, desigualdad social, malnutrición y alojamiento deficiente en que se encuentran niños y adultos de todo el Estado pueden tener “consecuencias devastadoras a largo plazo”. También ha pedido “que no se excluya a ningún niño de la atención sanitaria, independientemente de la situación legal de sus padres” o que se proporcionen viviendas alternativas en casos de desahucio de familias con hijos. Muiznieks incluso ha recordado que “hay mejores maneras de respetar los derechos humanos en un contexto de austeridad” y que “es esencial prestar atención a los grupos más vulnerables cuando se hacen recortes del presupuesto público”.
Derecho a ser niños
Los derechos recogidos por la Convención se pueden dividir en tres grupos: los de supervivencia y desarrollo, los de protección y los de participación. Aunque no sean vitales, no dejan de ser importantes para el correcto desarrollo del niño derechos como ser un mismo, a la participación, al juego, a tener la compañía de un adulto, etc.
Muchas legislaciones, en los países desarrollados, recogen de alguna forma los derechos reconocidos en el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño, que especifica que los estados “reconocen el derecho del niño al descanso, al ocio, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y artística”.
Es en este contexto en el que el reconocimiento del derecho a la educación en el tiempo libre se hace patente. Además de las actividades de fin de semana que realizan los grupos de tiempo libre y scouts, sólo en Cataluña durante el pasado verano 200.000 niños y jóvenes disfrutaron de las 4.000 actividades de tiempo libre programadas. Pero cada vez las familias lo tienen más difícil para seguir enviando a sus hijos de colonias o campamentos, por lo cual se hacen más necesarias que nunca las becas y ayudas para que ningún niño se quede en casa por motivos económicos.
Para muchos, estas actividades son una oportunidad única de descubrimiento, de camaradería, de conocer otras realidades y de disfrutar de un tiempo lúdico y educativo que su entorno más cercano no les puede ofrecer.
Con todo, no olvidemos que más allá de las actividades de verano, el tiempo libre educativo es un gran marco para dar a conocer y fomentar, en el día a día y a través de la práctica, todos estos derechos entre los propios niños. Y conocer los propios derechos es el primer paso.