Cuando leemos el evangelio podemos comprobar que toda la vida de Jesús, e incluso sus apariciones después de la resurrección, fue una serie de encuentros personales en los que Jesús conecta con lo profundo de la persona con la que se encuentra y comparte su fe, su amor y su esperanza. Jesús quiere que seamos felices y que ayudemos a ser felices a los demás.
María Magdalena y Simón Pedro, Zaqueo y la mujer adúltera, Marta y María de Betania, el joven rico, Nicodemo y el leproso agradecido… y todos los hombres y mujeres que se cruzaron en su camino dan testimonio de cómo su encuentro con Jesús marcó sus vidas. Leer estos relatos evangélicos puede suscitar en nosotros sentimientos, actitudes y valores nuevos. Como educadores estamos llamados a acompañar a niños y jóvenes en su proceso de aprender a vivir y a leer su existencia a la luz del evangelio.
Nuestros jóvenes necesitan educadores capaces de recorrer el camino a su lado. Trabajar la interioridad es habitar el propio espacio interior. Hemos intuido que tener cuidado explícito de la interioridad tiene que ver con el desarrollo sano de las personas, con ser nosotros mismos, con la vida abundante de la que nos habla el evangelio. Cuidar nuestro mundo interior es crear condiciones para que nuestra interioridad crezca, dar más espacio al corazón y a las emociones, y abrir los ojos para vivir desde lo profundo de nosotros mismos, desde nuestra esencia, para saborear más la vida y, en definitiva, para ser más personas.
Desde el tiempo libre podemos ayudar a nuestros niños y jóvenes a crecer en el mundo interior facilitándoles experiencias encaminadas hacia:
• El trabajo corporal. Con técnicas de relajación, conciencia corporal, ejercicios de estiramiento y ritmos respiratorios se intenta potenciar el equilibrio físico y unificar el cuerpo con la dimensión interior de la persona.
• La integración emocional. Por medio de dinámicas, de la reflexión personal, del diálogo y del acompañamiento individualizado se pretende aportar herramientas que permitan el autoconocimiento y el descubrimiento de la individualidad del otro.
• La apertura a la trascendencia. Partiendo de la experiencia de la iniciación a la meditación se intenta conducir a los adolescentes y jóvenes hacia el planteamiento de las cuestiones fundamentales de la condición humana.
Nosotros como educadores ofrecemos experiencias a nuestros niños y jóvenes que les permitan tener vida en abundancia; en definitiva, que les ayuden a vivir felices.
