Así se despide Jesús desde la Cruz de su amigo, y con estas palabras Jesús nos deja a su madre como madre nuestra.
Al contemplar a María en los relatos evangélicos descubrimos en ella una serie de actitudes tales como la disponibilidad, el servicio, la acogida, la compasión, la solidaridad, la escucha, la decisión, la acción, la sencillez, el respeto, la discreción,... que reflejan la vivencia en María de la Buena Noticia que Jesús nos vino a traer.
En palabras del Papa Francisco “María ha dicho su “sí” a Dios, un “sí” que ha cambiado su humilde existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido el primero de otros muchos “sí” pronunciados en su corazón tanto en los momentos gozosos como en los dolorosos; todos estos “sí” culminaron en el pronunciado bajo la Cruz.”
Contemplar la vida de María en el evangelio es contemplar un modelo de educadora. Leyendo una de las alocuciones del Papa Francisco en la Basílica de Santa María la Mayor en el mes de mayo pasado decía a los asistentes que “Toda la existencia de María es un himno a la vida, un himno de amor a la vida”. Educar es alumbrar a la vida.
María nos invita a acoger la Palabra de Dios, a acoger a Jesús y llevarlo luego a todos, de manera especial en la pobreza, en la debilidad, en la humildad que es precisamente donde Dios nos sorprende, se manifiesta y nos da su amor que nos salva, nos cura y nos fortalece. Sólo pide que sigamos su palabra y nos fiemos de Él, “Haced lo que Él os diga”.
Nosotros podemos escuchar a Dios que nos habla, escuchar la realidad cotidiana, atender a las personas, a los hechos, porque el Señor está en la puerta de nuestra vida y golpea en muchos modos, pone señales en nuestro camino; está en nosotros la capacidad de verlos. María es la madre de la escucha, escucha atenta de Dios y escucha también atenta de los acontecimientos de la vida.
En la educación en el tiempo libre ha de haber un estilo mariano, porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. María sabe reconocer las huellas de Dios en los que le rodean. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización y para la educación en el tiempo libre.